Para este primer artículo en la categoría de anécdotas me gustaría hablarles acerca de un chico que conocí en un barrio de Puerto San José en Guatemala, un chico humilde que hizo algo que nunca olvidaré, «la acción de oro» es como me gusta llamarla, espero les guste:
Hace un tiempo estuve apoyando a una fundación llamada switch donde por medio del skateboard atraíamos a niños y jóvenes de la calle para compartirles el evangelio. En una ocasión Dios nos permitió hacer un viaje a Puerto San José en Guatemala para apoyar a otra fundación que trabajaba de la misma forma que nosotros. Uno de los días que salimos a la calle a patinar y predicar, conocí a Miguelito, él como todos los demás, estaba muy entusiasmado y feliz de vernos en su colonia, nunca había patinado en su vida pero tenía mucha ilusión por aprender a hacerlo.
Mientras la actividad iniciaba Miguelito se me acercó y me dijo que tenía sed, a lo que yo le respondí que también tenía sed pero que era una lástima que no anduviera dinero para comprar algo y poder refrescarnos (y si era cierto, había olvidado mi billetera donde nos estábamos hospedando); entonces Miguelito solo se me quedó viendo un poco pensativo unos instantes y se fue, pensé que se había ido a seguir jugando o algo así, realmente no le puse reparo y seguí con la actividad.
Pasó un lapso de 30 minutos y Miguelito regreso, estaba muy sudado, pareciera que se hubiera echado agua encima; me entrego lo que parecía un refresco (que resultó ser agua con azúcar) en una bolsa de pan francés que aún tenía un poco de harina. Yo estaba entre sorprendido y extrañado en el momento en que me lo dió, y le pregunté: “¿y esto, qué es?”, a lo que el me contesto: “Es que como me dijo que tenía sed y no andaba dinero, me fuí a mi casa y le traje este refresco”, cuando termine de escuchar lo que me decía Miguelito no pude evitar conmoverme ante tal lindo gesto que había hecho por mí. Le dí las gracias seguido de un fuerte abrazo y pasamos jugando con la patineta el resto de la actividad.
